Comentario
Los primeros treinta años del siglo XX han presenciado un vertiginoso sucederse de propuestas, de fenómenos, de historias, unas paralelas, otras agotadas, otras cruzadas en algún momento. Pero de todas ellas no puede deducirse la existencia de un objetivo final capaz de ser formulado en términos de estilo. Son tantas las excepciones a la norma, tantas las memorias incluidas en las nuevas orientaciones, a pesar del declarado rechazo de la Historia por parte de algunas, que la posibilidad de quedar reducidas a un solo lenguaje, el del International Style, sólo puede aparecer como una propuesta voluntarista y operativa. Más que de un balance, se trata de una elección.Que el Movimiento Moderno no es algo unívoco lo demuestran no sólo los fenómenos descritos y las polémicas analizadas, sino la misma trayectoria de sus grandes héroes, de los arquitectos que parecían sintetizar en sus obras aspiraciones dispares. Por ese motivo, cada historia canónica había elegido un arquitecto como protagonista, como culminación de un proceso. Sin embargo, sus obras se cruzan y se separan, se comprometen y se aíslan, de un supuesto y fatal destino. Es más, sus mismas biografías no representan un modelo de coherencia, de evolución hacia un estilo, sino que están llenas de contradicciones, de saltos sin continuidad e incluso de autocríticas. Los grandes Maestros de la arquitectura contemporánea vivieron, además, apasionadamente en el trasfondo narrado hasta ahora. Algunos de ellos no sólo estuvieron en el origen de muchas de las tendencias comentadas, sino que quisieron participar de casi todas ellas, como quien necesita comprobar permanentemente la validez de las nuevas propuestas, la pertinencia de su propia arquitectura. Obligaron a la disciplina arquitectónica, a su tradición, a medirse con todas las nuevas instancias técnicas, sociales y políticas. Ningún tema les fue ajeno, desde la vivienda mínima a la ciudad, desde la forma de la arquitectura a su compromiso con la técnica. Precisamente por esa actitud pudieron incorporar a su propia arquitectura la misma idea de crisis del Movimiento Moderno, anticiparon su disolución, si es que alguna vez creyeron ciegamente en la bondad de los nuevos principios. Se trata de héroes que la reciente historiografía ha convertido en antihéroes, cuando la realidad es que ellos mismos habían asumido ese papel conscientemente.Cuando los críticos e historiadores de los últimos años han pretendido derribar la Torre del Movimiento Moderno no han tenido en cuenta que esa Torre era como la de Babel, aunque ellos estaban empeñados en verla como un obelisco monolítico. Seguir la trayectoria de algunos de los Maestros de la arquitectura contemporánea es como hacer un recorrido laberíntico por la Torre, en la que cada rincón depara una sorpresa.